Ahora: La Isla

Gabriela Jauregui

¿Porqué hacemos todo esto? ¿Para vengarnos?
No, porque todavía queremos amar con pasión.
Wajdi Mouawad, Incendios
(trad. Humberto Pérez Mortera)

O izcatqui in ohtli tictocaz, ihuin tinemiz, y: ihuiin yn otechmozcaltitiaque, in
moteciiotzitzihuan, in totecuyoan, in cioapipiltin, in itlamaca, in tzoniztaque, in quaiztaque.
¿Cuix cenca ixquich quicahuaya in? Ca zan cencamatl in quitecamaya, in cuicahuaya, in
quihtoaya ca zan ie ixquich intlatol.
[Mira, así seguirás el camino de quienes te educaron, de las mujeres nobles,
de las ancianas de cabello blanco que nos precedieron. ¿Acaso nos lo dejaron dicho todo?
Tan sólo nos daban unas cuantas palabras, poco era lo que decían. Esto era todo su discurso.]

Consejos de la madre a su hija, de Huehuetlatolli: la antigua palabra
(trad. Miguel León Portilla)

De pronto salimos del sueño. En el corazón del centro, en el ombligo de esta panza que alguna
vez fue metrópolis y ahora es ruina pastel, capas y capas de detritus de civilizaciones y de
humanos sin civilizar, de guerreros, de aporreados de la vida, de mujeres de la noche, de ruinas
de templos mayores y otros menores como la Peninsular, el 33, La Faena, el Internet, el Guaguis,
el Pervert, el Marrakech, de pilas de botas vaqueras ya sin par, de camisas de poliéster
desgarradas por el tiempo, de penachos de plumas de quetzal ya no extinto, de tezontle, de flor
de huauzontle, de asfalto, de maíz, de ajolotes, de ajorcas, y de cuentas de oro y estaño, de libros
viejos de autores nuevos y libros nuevos de autores viejos, de sellos de goma, de tetrabriks
vacíos de una bebida que se conocía como Boing, de dentaduras humanas hechas con dientes
ajenos, de cuchillos con dientes, de calcetines 100% algodón, de balones de futbol ponchados, de
tenis colgados, de trusas con impresos de tigres, de pieles de jaguar, de bocinas gigantes que hoy
nos sirven de hogar, de aguas floridas, de despertadores que ya para siempre callan su titititititititi,
de flores que escriben las cosas, aquí despertamos. En esta madriguera, en este sistema
subterráneo de túneles interconectados cuya entrada se encuentra debajo de lo que alguna vez se
llamó Dos Naciones, templo menor, ahora puro escombro y su puerta de entrada que resistió. En
pocas palabras, en un túnel que pasa por debajo de la calle alguna vez llamada Simón Bolívar, un
héroe de la historia de ellos, que no es la nuestra, nos amanece, que no es lo mismo que decir que
nos madruga. Ya nadie nos madruga. Somos amas. De la calle. De todas las calles y los
zaguanes. Dueñas del centro. De estas 669 manzanas en ruinas que son nuestras. Acá somos
manada Alfa. Más allá hay otras. Cachorrita, aquí en esta tierra que es tuya, que es de todos,
vivirás y aprenderás a andar. A nadar en esta isla pastel al centro de las cinco lagunas. Pero
primero escucha con esta lengua que te lame la oreja, que te lame ojos, con esta lengua madre
que cuenta, escucha tu historia, esto que te canto. Acá está tu ombligo cercenado con colmillo.
De aquí soy, de aquí eres, de aquí seremos.

De pronto salimos del sueño. En el corazón del centro, en el ombligo de esta panza que
alguna vez fue metrópolis, naces. De esta panza mía que fue tuya toda, en medio de la primavera
te doy la luz, a esta tierra llegas a cantarle a la luna. A dialogar con el ocaso, con la aurora. Te
canto, te lamo con esta lengua. Te cuento, chiquita, con nuestra lengua madre. De pronto salimos
del sueño pero antes salimos de una pesadilla. La de aquellos. Destruyeron águilas y tigres. Con
su tinta negra borraron lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. Escucha estos
lamentos, estos cantos, estas grabaciones del pasado en cintas magnéticas, en CDs
resplandecientes, en cuadernos y en formatos difuntos cantan las voces de los fantasmas. Pero
siete siglos en esta tierra no lograron difuminar nuestro aullido que se elevaba hasta la punta de
esa Torre Latinoamericana, hoy columna vertebral torcida. Aunque sea de jade se parte, aunque
sea de oro se rompe, y si es de plástico made in china se chinga, decían los antiguos. En cambio
este hueso y pelaje perdura. Nuestros dientes desgarran y desgarraron. Nuestros colmillos
salvajes están sólo un poco aquí, y ese poco, luego se volvió otro poco, luego otro poco más.
Empezó con la perra vida, continuó con el perreo. Los humanos imitándonos. Siempre quisieron
ser como nosotros. Changos locos. Nunca tuvieron el coraje ni el olfato para aguantar. Acá
coyotita, escucha, se marchitaron solitos, se amarillecieron. Los madrugamos. Perras, coyotas,
lobas grises volvimos. Y así de cuatro en cuatro como una flor se fueron secando aquí en la
tierra. Nosotras en cambio florecimos. Como cactáceas, como suculentas. Aguantamos sin agua,
hasta que el centro, el ombligo, el corazón se volvió a llenar, primero se llenó de sangre, luego de
agua. Con gusto a lengüetadas nos la bebimos la sangre y luego el agua. Perras, coyotas y lobas
grises. Con esta lengua que escuchas. Como la cuenca del ombligo, esa cicatriz que queda de
nuestra vida dentro de la barriga, se llena de agua cuando estamos panza arriba bajo la lluvia, así
este cuenco se volvió a llenar y así también aguantamos. Nadando de perrito sobrevivimos. Ellos
se fueron al lugar de los descarnados, y nosotros acá quedamos. Otras.

De pronto salimos del sueño, cachorra. Nuestras camadas nacieron en madrigueras de
iglesias, de Montes de Piedad, de murales pintados. Salimos del sueño cuando de pronto se
abrieron las jaulas de esos pajaritos que habían sido nuestros vecinos de piso, de zaguán, de
patios polvosos, de techos de lámina ruidosa, esas aves que vivían para sacar pequeñas fortunitas
impresas en papeles de colores, y las que morían como amuletos para el amor humano. Volaron
todas, volaron. El pájaro más afortunado, que sacaba fortunas para las mujeres emocionadas y
embriagadas de ilusión frente a las tiendas de vestidos de novia en la calle de República de Chile
fue quien anunció el lago de sangre. Nosotras en nuestros zaguanes donde nos pateaban en las
mañanas lo escuchamos, desde las vecindades, los tianguis y las plazas frikis, vibramos su canto,
su agüero. Todo lo que es verdadero, lo que tiene raíz aquí perdura.

De pronto salimos del sueño. Escucha bien xocoyotita el canto de los que madrugan. Lo
que es verdadero lo comemos, lo demás lo observamos como pastel de cumpleaños ajeno. Aquí
en el centro, en el interior del corazón, inventamos nuestras palabras, dejamos nuestras huellas.
Amigas, águilas, jaguares, mayates, zorras, ciborgs, trans, poetas sin trincheras, ambulantes,
todos fueron a la región del misterio después de beber de las flores que embriagan, las flores del
tiempo de lluvia, de corolas abiertas. Por allí el ave parloteaba cantaba y conocía la casa del
misterio. Supimos escuchar. Con nuestros aullidos, nuestros cantos y el canto de esa ave, nos
alegramos. Lejos se escucharon nuestros aullidos, hasta la punta de las antenas de la estación de
televisión que estaba allá casi por Balderas, hasta la punta de la torre Banobras por el norte. De la
Alameda a la Lagunilla también nos alegramos, de la Merced al mercado Mixcalco los
escuchamos, hasta afuera de la arena México nos relamimos los belfos. Toda esta isla, nuestro
territorio. Todo este detritus que habitamos. Nuestra tierra de pastel, de deshechos de la historia,
sobre la que dejamos huella.

Por experiencia conocimos los tacones y las puntas de los zapatos, conocimos también las
cadenas que ahorcan, conocimos abusos, conocimos palos, los collares tirantes; por experiencia
conocimos la soledad, el hambre; por experiencia conocimos también las manos tendidas con
tortilla seca, las manos de niñas suaves, suaves como pétalos de la flor que embriaga; por
experiencia conocimos los restos de los tacos de trompa y tripa de los cocuyos, los caparazones
vacíos de acamayas afuera del Danubio, conocimos todo esto y más. Olfateamos mierda y
vómito; olfateamos barrigas y guitarras en Garibaldi, mezcal regado como ofrenda a los
antiguos, pulque rancio, perfumes de gardenia; por experiencia conocimos los zapatos de
plataformas transparentes, lamimos esos pies, conocimos las ajorcas preciosas. Conocimos las
marchas de esos humanos que estaban tan desahuciados como nosotros. Compartimos plancha de
Zócalo y zaguán con ellos. Conocimos el zumbido veloz del metro, serpiente desplumada y
naranja que iba por las entrañas de este centro, en el lugar del calor, en el lugar de la oscuridad,
hasta que se paró, se frenó. Olfateamos las fosas, olfateamos tzompantlis y rosarios de madera.
Vimos los socavones tragarse casas; por experiencia olfateamos esos huecos, su polvo, y nos
alejamos hacia el olor de la flor de maíz tostado. Nos escondimos. Nos dormimos en el zaguán
de la historia de ellos, los hombres. Las que se prestaron fueron abandonadas, maltratadas. Se
fueron al lugar de los descarnados. Mal agüero para ellas, para ellos. Nosotras comimos carne,
mucha carne. Sobrevivimos, aguantamos aquí en esta tierra.

Por experiencia, entonces, maravillosas amigas nos invitaron al placer, nos embriagamos
juntas, nos unimos, nos conocimos, cogimos y nos fuimos. Nos huimos. Nos hicimos muchos.
Erguidas y entre las mazorcas y los huesos nos fuimos. Nacimos abandonadas así que nadie nos
dejó. Con la espuma de nuestro cacao nos hicimos muchas y muchos. Nos hicimos compañía.
Nos hicimos manada. Nadie más nunca abandonada. Nunca abandonado. Nunca separado por
ninguna jaula. Cantores, cantoras, aves, caninos variopintos, que sea así, que elevemos nuestro
canto, mi pequeña.

Mientras, aquí despertamos, aquí escucha. Que se abra tu corazón, que tu corazón venga
a acercarse. Toma tu teta. No pidas mi muerte cachorrita, algún día me iré a otra casa, a otro
zaguán. Los zaguanes quedaron como arcos, como las puras velas del pastel, como en vela, aquí
en este postre de ruinas. Sin casas detrás, sin vecindades a las cuales entrar, sin antros, ni tiendas,
ni changarros, ni restaurantes. Sin nada más que su parecido puro. Zaguanes esencia del zaguán,
nuestro buen lugar en la tierra. Acá somos dueñas del cerca y del junto, del placer. Trataron de
borrarnos pero fueron ellos los que se marchitaron. Así vivimos en el lugar de su pérdida. En el
cerca, en el junto. Sin estatuas de caballos. Sin sus clonadoras de dvds y cds, sin sus santas
muertes, sin sus san juditas, sin sus vírgenes, reyes, virreyes, mirreyes. Así nosotras nos vamos
encontrando. Nos vamos juntando. ¿A dónde tendremos que ir? Iremos a desgarrar, mi más
pequeña, mi socoyota. Así brotamos como el aliento, así brotamos como el maíz tiernito y verde;
así brotaste de acá en el centro, en el ombligo de lo que alguna vez se llamó Nueva España, o
DeeFe, o CedeEmeEquis, la capirucha, Anáhuac, la cacerola de nata, la gran Tenochtitlán.
De pronto salimos del sueño como hierba en primavera. Abre bien tus ojos, cachorra.
Daremos deleite con nuestro canto. Siente la punta de mi hocico frío y húmedo que te alienta.
Párate. Anda. camina, camina por las calles de tu centro, de lo que se llamó ciudad, haz tuya esta
ruina gigante. Tu territorio. Méalo. Su polvo vuélvelo tu lodo con tu mierda, con tus orines moja
sus vestigios de muchos tiempos. Aquí en tu tiempo repartimos los dones, los alimentos, lo que
da abrigo, los zaguanes para todos, la tierra, el agua, la flor, el elote, la carne la desgarramos.
Escucha las voces de tu manada que te llaman. Que te alientan. Anda, corre. Sus aullidos llueven
como esmeraldas y plumas de garza. Así hablamos. Así hablamos con perfumes y flores. Siente
tu manada en tu corazón. Siente el ritmo de sus patas con cada latido. Siente tu pertenencia.
Vuélvete nosotros. En todas partes está tu casa. En todos los zaguanes del centro. Este es nuestro
territorio, tuyo ya, pequeño corazón que acaba de brotar. Habítalo. Traza una línea de Mina,
República del Perú, Apartado, Leona Vicario, República de Guatemala, Avenida del Trabajo,
Arcos de Belén, Eje Central, hasta Avenida Juárez. Dibuja los límites de esta isla en tu corazón,
luego pinta esas calles con tus meados, con tus cantos floridos. Que se manchen de sangre. No en
vano estamos aquí sobre la tierra que es nuestro patio florido, no en vano logramos perdurar en
esta tierra del momento fugaz.

De pronto salimos del sueño y encontramos nuestro centro en el centro, en este ombligo
nos nutrimos, aquí crecimos y seguimos. Sal de este túnel. De madrugada sales de tu madriguera.
Ahora te toca a ti, benjamina. Sal a cazar con tus diminutos dientes filosos. Desgarra lo que
quede de aquellos. Desgárralos, chiquita. A los que intentaron borrarnos. Separarnos. Búscalos.
Vamos. Vamos a sus ruinas, a sus edificios torcidos, caídos. Vamos a sus jaulas. Vamos a sus
fábricas inútiles. Allí donde se quedaron marchitos, amarrillos. En sus ruinas los buscas. Les
muerdes el talón. Cuando caen, les comes las caras, les comes los ojos, les comes el cuero de
serpiente inmóvil, afilas tus dientitos en sus costillas, adórnate con sus collares jocoyotina, hasta
que lluevan las flores de las jacarandas en primavera. Y así nos alegramos.

De pronto salimos del sueño, respondes con un aullido a tu manada y así nos alegramos.
En el centro de esta tierra, en todas partes, está tu casa. Aquí donde los colorines y las jacarandas
floridas se yerguen y ya no hay atabales, y ya no hay armas de metal, ya no hay cadenas. Aquí en
el ombligo, canta, aúlla, responde a tu manada con tus dientes recién brotados, con tus dientes
como agujas ensangrentadas, así nos alegramos.

Note: La Isla [The Island] is an excerpt from my first novel, titled Feral (forthcoming Sexto Piso, Mexico
and Spain). The English version of this text was published in McSweeneys Issue 65: Plundered guest
edited by Valeria Luiselli and Heather Cleary.


Gabriela Jauregui (b. Mexico city) is a writer, translator and editor. Her first novel Feral is forthcoming from Sexto Piso in Mexico and Spain. She is the author of Many Fiestas (Gato Negro, 2017) Leash Seeks Lost Bitch (Song Cave, 2016) and Controlled Decay (Akashic Books, 2008) as well as the short story collection La memoria de las cosas (Sexto Piso 2015). She edited and co-authored two essay collections Tsunami (Sexto Piso 2018) and Tsunami 2 (2021) and Tsunami (Forthcoming, Feminist Press). Her creative and critical work has been included in anthologies, journals and magazines in the US, UK, Australia, Mexico and Poland, including most recently McSweeneys, ArtForum, Litro, amongst others. She teaches English Literature at UNAM and lives and works in the forests belonging to the Mazahua peoples and the Monarch butterflies.